Hablando de lo humano y lo divino con unos colegas en su casa. Perdido en el ron y en el tabaco y en la conversación me pregunto si alguna vez encontraré algo mejor. Comprendo que hay momentos y momentos, y que, por ejemplo, cuando quiero estar solo todo esto me sobra, pero ahora mismo es lo que más quiero hacer. Simplemente estar aquí, servirme otro ron, fumar lo posible, charlar hasta que amanezca. Esta noche nos han robado una hora, por lo que todo se hace más corto. El que quiso dormirse se durmió, los demás hablamos.
Bien parece que sigamos estando en torno a una fogata, haciendo mito sobre todo aquello que desconocemos.
Tengo la sensación de que, muchas veces, conocer la explicación que da la ciencia sobre un hecho te deja los pies fríos. Más bien que tienes la sensación de que la respuesta no es nada más que un tope, donde puedes escoger detenerte o no. Es decir, que, a veces, las respuestas científicas a las preguntas son, en sí mismas, una nueva pregunta encubierta. Me detengo un rato a hablar del cierto carácter mitológico -o un componente mítico- en la explicación científica. Al principio no sienta muy bien, pero después se va entendiendo mejor. Para que se comprenda fácilmente es mejor retrotraerse al bigbang, por ejemplo. Ahí está claro que es un tipo de mito particularmente parecido a la explicación olímpica del trueno, o de la tormenta. De ahí a particularizar en casos más actuales ya hay menos trabajo.
Los científicos en particular y los racionalistas en general tienden a disolver la cuestión de la humanidad de la persona del científico. Parece ser que equiparan esta condición con el carácter robótico que se les suele asumir. Pues no, un tipo que es científico sigue siendo humano, y por tanto sensible a las modas y tendencias del tiempo en el que vive. La ciencia no es, por tanto, algo tan aséptico como se le supone, porque la hacen personas encuadradas en una época concreta. En eso un sociólogo tiene mucho que decir, mientras no se hable de sociólogos, claro. Hablamos de la vida que nos resistimos a abandonar, y de la supuesta estupidez de generar una conciencia que se difumina con la muerte. Está claro, pienso ahora, que el lenguaje es una herramienta de explicación y conocimiento y, una vez que lo tenemos, parece imposible no preguntarse por el origen y el futuro de nosotros mismos. Eso explica la tendencia tan humana de encontrar un sentido más allá de la vida a la vida humana. Pero eso no quiere decir nada, no habla de nada más que de la herramienta que usamos para comunicarnos ideas y relacionarnos con lo que nos rodea. Es endeble para trazar un argumento.
La ciencia es, dentro de la herramienta del lenguaje (que, como dije, conoce y explica, o sirve para conocer y para explicar) un lenguaje derivado y particular. Como toda herramienta tiene sus limitaciones, y por eso me parece pobre la línea tendenciosa que afirma que sólo podemos dar por cierto lo que la ciencia da por cierto. Sería precioso que la ciencia fuera tan potente como para explicar todo lo que nos rodea, pero no parece ser así. La ciencia lo es de las generalidades, y tanto en la deducción como en la inducción racionaliza hechos en tanto a lo que tienen en común en un cierto cuerpo de hechos generales. De este modo, en cualquiera de los caminos que tomemos con el método científico, siempre dejaremos de lado lo que de particular tiene cada situación, por mucho que maticemos un glosario de acontecimientos particulares. Una taxonomía imposible de la variedad de las cosas.
La ciencia, en virtud de una precisión útil, acota su campo de acción. Eso lo entiendo, y la ciencia ha producido muchas cosas buenas. Pero de ahí a afirmar que sólo es cierto lo que ella generaliza… hay un muro insalvable. Eso sí, lo que explica (exceptuando esto del mito inevitable en todo caso) lo explica muy bien. Y produce herramientas que nos mantienen a salvo. No estoy en absoluto en contra de la ciencia.
Después se hizo más tarde y nos despedimos. Me trajeron en coche a casa y solucioné el tema que me había jodido linux. Podía arrancar el ordenador en windows, pero no tenía ninguna gana, preferí tontear con el código hasta dar con la solución. En algunos casos, la tozudez es el camino mismo, independientemente de lo fucional. Besé a N., pensé que mañana aún es domingo. Queda tiempo que perder. Eso siempre es bueno. Espero que no me falte nunca tiempo que perder.