No me gusta que las cosas se pierdan, se olviden. Aunque las cosas funcionan así, vives, recuerdas, olvidas. Lo bueno es que gracias a que escribí toneladas de poemas cuando era adolescente puedo volver a ellos (a él, otra cosa es discutir sobre si merece la pena hacerlo). En estos dos últimos años he escrito un montón de canciones a las que puedo volver. En su día hice otras canciones a las que vuelvo siempre, escribí novelas y relatos cortos a los que puedo volver si quiero.
Pero todo lo que se va sin un registro desaparece, se lo traga el silencio. Todo es una recreación y lo entiendo, pero cuando hay registro parece que al menos puedes tocar un poquito de todo aquello, que hay algo de cierto. Yo escribí esos cuadernos que atesoro en mi salón, mi mano hizo esos trazos que ahora leo.
No sé si lo que dicen es importante o no, pero tener eso sí lo es, desde luego.
Así que… medio año. ¿Cómo me he permitido este medio año de olvido aquí?