"Ellos no son nosotros", nos decía cada mañana antes de empezar el entrenamiento. Yo tenía mis dudas, pero me callaba. Bastante duro eran ya los ejercicios como para añadirle un extra. Tampoco es que pareciese esperar una respuesta.
Tenía la sensación de que siempre había sido más o menos igual, que sólo con decir "no es nosotros" la violencia se vuelve invisible para la conciencia. Qué dualidad más extraña la del guerrero ilustrado. Amigo de sus amigos, azote cruel de todos los demás.