Nadie sabe nada de nada. Incluso el cuerpo de conocimientos de la ciencia, que es lo único que sabe algo de algo. Nadie sabe nada de nada aunque sabemos construir puertas, ventanas, reactores nucleares y pan de aceitunas y semillas (soy un firme defensor del método científico, no se me equivoquen). Nadie sabe nada de nada porque, aunque parezca lo contrario, me parece que no estamos diseñados específicamente para eso. Somos más del rollo de llegar a pseudo verdades reveladas a través de emociones, que son lo más gratificante y lo más tramposo del universo desconocido.
No sé si es triste o es alegre pero es lo que es.
A veces, como con la canción anterior, mientras estoy en ello siento que estoy en contacto con una verdad no evidente que estoy contando/contándome cosas que van más allá del pan el ajo y el pescado que estoy metido de lleno en la masa de las cosas que suceden, y lloro mientras la canto pero no porque esté triste sino porque estoy sobrepasado, porque me parece fenomenal haber llegado, por fin, a alguna parte.
Que no es ninguna parte, por supuesto, pero si lo parece a veces pues es suficiente. Es más que suficiente. Es casi todo. No sabemos nada porque la cosa del para qué se nos escapa. Y quizá el para qué tengamos que hacerlo nosotros mismos, pero no termina de ser gratificante. Quiero decir que quiero decir que quiero decir que lo único que quiero es decir algo. Y, a veces, tengo la sensación de que lo hago, que lo estoy haciendo. A veces esa especie de comunión se da en un trozo de madera y unas cuerdas y la voz de un tipo asmático.
Más o menos hay tres tipos de personas, creo. Los que se dejan llevar por las emociones sin darle una segunda vuelta y se pasan la vida corriendo de un sitio para otro, los que asumen que lo que es es lo que hay y no le dedican más tiempo y los que, a los que pertenezco, se preguntan casi todo el tiempo por qué y para qué. No creo que sea la decisión más inteligente. Porque nadie sabe nada y nadie puede saberlo.
He estado años sin oler. Así es. Ahora huelo. Los olores son vectores que cuando se presentan me llevan a alguna parte. Las emociones son vectores que cuando se presentan me llevan a alguna parte. Y la pregunta es… ¿voy? Cuando he ido siempre he terminado volviendo al punto de partida.
Lo que sabe uno solo no significa nada para más que para él. Lo único que realmente importa y con lo que realmente se puede hacer algo como grupo es lo que sabemos todos (lo que podemos llegar a saber replicando experimentos, lo sepamos o no).
¿Es posible que la guitarra me lleve a alguna parte, realmente? ¿O es como el olfato las emociones los recuerdos que tengo de ti la alegría de vivir cuando vivir es alegría? La decisión más inteligente es vivir sin concesiones. Pero no sé si soy capaz de eso. No sé si lo soy.
Había una canción, había un poema, que decía más o menos eso.
¿De qué sirve a nadie que yo diga lo que siento mientras toco? ¿De qué si no puedo cogerte, ponerte a hacer lo mismo consiguiendo que sientas lo mismo? Lo que ha sucedido una sola vez es como si no hubiera sucedido nunca. Lo que ha sucedido sólo para uno es como si no hubiera sucedido nunca. Sólo en la posibilidad de la reiteración nos construimos como especie. Ahora bien, lo que nos construye individualmente es otra cosa. Había una canción, había un poema, que decía más o menos eso.
Lo que no es replicable no es. Eppur si muove.