Una de las cosas perversas del sistema en el que vivimos es que ser un absoluto sociópata no asegura el éxito pero facilita mucho las cosas. Otra es que, ¡venga, somos primates!, ¿quién si no le da un par de largas vueltas en la cabeza no quiere vivir mejor que los demás y tener a todo el mundo atento a nuestros más pequeños deseos? ¡Si casi parece que estemos diseñados para eso!
El multimillonario quiere explicarnos que lo que podría parecer como el acaparamiento constante de riqueza y un desequilibrio feudal de poder es, de hecho, el producto de elecciones morales defendibles y un sistema justo. Como señaló Max Weber: “El afortunado rara vez está satisfecho con el hecho de ser afortunado”, pero quiere saber que “tiene derecho a su buena fortuna” y que es una “fortuna legítima”. De ahí el “cuanto más trabajas, más suerte tienes” de Joe Ricketts (Ameritrade).
Lo que se recompensa no parece ser el esfuerzo o el trabajo duro, sino más bien la suerte, la herencia y seguro una cierta tendencia a comprar barato objetos o trabajo ajeno y vender caro, a crear monopolios que ordeñar mientras duren y, en resumidas cuentas, no tener mucho interés en cómo nuestras acciones repercuten en los demás y sí en la propia cosa de enriquecerse. Es un bucle infinito: los que son bien tratados por el sistema lo defienden por eso mismo y los que son tratados mal lo hacen porque tienen la esperanza de estar ahí arriba en algún momento. Ambos sociópatas.
Además de primates somos sapiens, y me pregunto si un reparto de los recursos de modo que nadie carezca de lo necesario podrá alguna vez superar el concepto primate, primitivo e inveterado de que son escasos y debemos acumularlos independientemente de lo que necesitemos: lo que nos sobre y se estropee no fortalecerá a ningún rival.
Quizá me conformaría con que se dejasen de justificar 24/7 supuestas razones que nos legitimarían para pisar a todos los demás en beneficio propio, que si el avance de la humanidad y el reparto de los más dotados y otras mierdas del mismo estilo. Me recuerda a la imaginería de la guerra santa, te mato pero lo hago para que puedas salvar tu alma, hereje, te asesino por tu propio bien y conveniencia. Esto es lo mismo, si terminas bajo un puente comido por las enfermedades que no puedes permitirte tratar es, unicamente, para darte una lección moral sobre el trabajo y el esfuerzo y hacer de ti una mejor persona.
En la teología actual el dinero que ganas es una justa retribución por lo que le aportas a la sociedad. El milonario no tiene nada que aprender, en la concepción dominante se ha pasado la partida.