Son cosas engañosas, mentiras encubiertas, disfraces bonitos encima de la mierda. Pero a veces tengo la sensación de que puede ser al revés, que sea yo quien le esté añadiendo un barniz marrón a todas las cosas. ¿Qué viene antes?
El caso es que estar ayer con la guitarra, una hoja, un papel y unas cervezas fue increíblemente bueno. Fue espectacular. Trabajarse una canción, irla encajando, verla cambiar, transformarse, es algo que hace mucho tiempo que no hacía de ese modo: dejando pasar las horas, repitiéndola, algo como desbastar la madera frotando con un cepillo. Una pasada, otra, otra más, lentamente y poco a poco quitando el grosor que sobra.
Y por eso me pregunto si es bueno porque llena de misterio lo que no lo tiene, o si lo tiene y yo intento rebajarlo porque lo bonito me da miedo. Me da miedo porque las cosas sólo pueden ir empeorar si vienen de un momento mejor, y ser consciente de estar en uno de ellos me aterra un poquito. El misterio no es más que la zanahoria de la evolución para mantenernos curiosos, pero eso no importa una mierda cuando estás de lleno en él. ¿Verdad, mentira, barniz, disfraz?
Se me escapa por qué saber eso fue tan importante en otro momento —pero lo era, vaya si lo era, aquello entonces era todo—.