No es aburrirse. Yo no me aburro. Siempre hay algo interesante que leer, que ver o escuchar, siempre es interesante salir a caminar y ver cosas viviendo, no me cuesta ningún esfuerzo quedarme empanado pensando en algo, coger la guitarra y tocar algo, dibujar, trastear con el soldador y los sensores o con cualquiera de mis cuarenta mil ordenadores, jugar a algo, liarme con las plantas de la terraza. El tiempo no sobra, no tiene huecos. No, no es eso, no va sobre el aburrimiento. Es algo sobre las grandes metas, sobre la búsqueda de una y el empeño, supongo, en intentar alcanzarla. Ese tipo de fuerza inmaterial para llenar la piscina, para sumergirse en ella. Un tipo en inmersión es un tipo sin fisuras, con dobleces pero sin dudas.
Lo que sería escribir, pero me resulta tan horrible hacerlo que supongo que no es eso. O no todavía.
Hay una entrada en alguna parte de este museo, que habla de una peli de Will Smith y los objetivos de andar por casa, que es precisamente eso. No importa porque no la encuentro, aunque el que no lo haga no impide que esté (finalmente la encontré).
Ayer de una de las tejas de la terraza salió un pájaro muerto. Al intentar quitarlo el tacto transmitido por el palo de la escoba era el del corcho. Debe llevar años muerto dentro de esa teja, esperando su momento. Supongo que las salamanquesas que viven en ese mismo hueco tocarían donde no debían al entrar o salir y activaron el truco del resorte del cadáver momificado. Antes de comprender lo que era pensé que sería algún tipo de relleno aislante que habían movido para ampliar la vivienda. Las salamanquesas este año están especialmente gordas, especialmente activas, especialmente confiadas.
No podía sacarlo, estaba enganchado y no quería que sucediera algo macabro (como partirlo por la mitad, como arrancarle la cabeza, como), así que al final lo he empujado de nuevo para dentro de la teja.
Ahora, como sé dónde mirar, siempre que paso por allí veo su pico entreabierto. La vida es una verdadera capulla casi todo el tiempo.