No estoy a gusto. No sé exactamente por qué. Contribuye haber redescubierto a Inio Asano en la estantería. No soy lector de manga, lo que significa únicamente que no suelo comprarlo porque me llegó tarde e intento no comprar libros. Ayer terminé la relectura de los dos volúmenes de «La chica a la orilla del mar». Todavía no sé qué decir sobre ello.
Hoy he empezado, despacio, con «Solanin». Pero mi cabeza sigue en la historia de ayer.
Poses y conflictos adolescentes veteados y sostenidos por reflexiones existenciales que me llegan, me impactan, que no se describen tanto como se muestran. La historia me da igual, los personajes me dan igual, el dibujo me da igual, que sea Japón me da igual.
Pero la cosa, la cosa me vuelve loco como no lo ha hecho nada en muchísimo tiempo. No sé si el tipo es un genio o yo he perdido la cabeza. O si estoy entendiendo algo o sólo sintiéndolo —sin malentendidos aquí, de estarlo sintiendo estoy más que seguro. Empiezo a pensar, de hecho, que no he entendido nada en absoluto jamás. O al menos no muy a menudo—.