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los párpados están en la cara

Me pregunto por qué existen rachas complejas en las que parece que todo va mal, y lo parece de tal modo que no suele dejar resquicios por donde entre la luz.

Época estúpida de entre los días en la que duermes estupendamente (de agotamiento, claro) pero vives peor, corres como una gallina sin cabeza de un lado a otro.

Ayer Cisneros llamando a mi puerta y yo sobao como un tarao. Ya van dos veces que quedamos y me sobo y no le encuentro y no nos encontramos y no nos vemos. Nos vamos haciendo mayores y no es el mismo aguante o…

Es que somos más sabios, menos inocentes, y las cosas nos joden más porque somos capaces de percibirlas más claramente. Cada vez nos podemos engañar menos y peor, y como el tipo de la Naranja Mecánica vamos estando condenados a ver la realidad sin párpados.

O con los párpados pegados a la frente, lo mismo da.

Según va pasando el tiempo la realidad tiene menos lugares donde esconderse de nosotros.

Pero nosotros también vamos perdiendo lugares donde escondernos de ella.

Sin embargo, me comentaba una gafapasta monina que conocí en un garito hablando sobre este mismo tema, eso le corresponde sólo a quien le corresponde. Los demás se han dedicado a engrosar la piel de los párpados hasta hacerla igual que la piel de elefante. Esos, en vez de perder lugares donde esconderse, han conseguido hacerlo del todo y ver sólo la realidad que les da la gana.

Qué estúpido y bovino, pero qué sencillo.

ese gesto

En parte por curro y en otra por eludir un conflicto no voy a ir a la boda de dos soles de personas este sábado. Curiosa mi reacción con las bodas. Las detesto. A muerte. No me lo paso bien. Los trajes nunca son cómodos. La comida siempre es la misma. La bebida siempre entra demasiado rápido. Y como ritual es bastante estúpido, rígido y petardo. Casposo.

Pero ver a dos personas prometiendo supuestamente lo que prometen me hace sacar la mejor Candy-Candy de mí mismo. Verles comprometiéndose hasta ese punto me hace sonarme el moquete. Verles sonriendo felices me hace ir al baño a mojarme la cara con agua fría.

Me hubiera gustado ir a esa boda. Ver eso de nuevo con dos personas tan estupendas. Dos de ese tipo de gente que se lo merece, que se merece ser feliz. El otro tipo de gente merece que siempre haya una ventana abierta con un corredor de fondo dispuesto a empujarle, desde un primero, por supuesto. Sin daños pero con escozores.

En fin, que eso es lo que hay. Las bodas son detestables, pero el acto de casarse me sigue pareciendo algo increíble y sumamente improbable. Aunque se dé. Algo hermoso. Algo que sube por encima de los «que se besen los novios» de los payasos para mirarlo todo desde arriba con un aura rara.

No podrá ser, y me tomaré las cervezas aquí. Por supuesto a su salud, a la de su felicidad y a la de la belleza del gesto que hacen, lo comprendan así o no.

lo mejor de los dos mundos

Un conejo blanco con un reloj de bolsillo en la mano. Corriendo. Murmulla todo el tiempo que llega tarde a algún sitio. Mientras, en otra parte, el sombrerero loco canta una estrofa tan larga que la reina grita: «¡está matando el tiempo!». Desde entonces, el tiempo no quiere saber nada de él y siempre son las seis de la tarde. De un modo extraño y afín, me siento como un híbrido de los dos personajes de Carroll, corriendo a todas partes sin que nada se mueva en realidad.

Esto me ha salido del tirón como firma de un correo, y me ha intrigado.