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Borrachín después de quedar con mi alumno de guitarra. Cervezas en el cool como si nos las fueran a quitar mañana.

Lo importante es estar de acuerdo con uno mismo. No con la máscara. Lo importante es sentirse parte de. Si todo va bien, este fin de semana mi Nikon hablará en Casavieja, mucho mejor que yo. Mi guitarra también. Mi boca, también.

Lo importante es sentirse en el centro de uno mismo. El caso es que cualquier decisión que tomemos nos puede llevar al desastre, la victoria es un asunto sobrevalorado, lo importante es sentir cerca al tipo que tienes en frente.

Te gustaría sentir siempre que el tipo, o la tipa (mi cuerpo me pide un sub-post, o un post-post, o como se diga) que tienes en frente, están cerca. Pero no siempre es así. De cosas así hablamos.

Que al menos quede eso, joder.

Que al menos queden las cosas que siempre fueron siempre.

Sencillo

Estábamos allí, sentados,
en medio de las cosas cuando las cosas suceden.

«Si algo ocurre», te dije,
«será sencillo».

Y me quedé mirando tu cara absorta
en el deslucir de las ventanas.
Intenté mirarte más de cerca,
chocar tus retinas con las mías.
Intenté que tus retinas fueran las mías.
No creo que lo consiguiera ni a medias.

Cogí tus manos y centré
tu rostro en el mío. Violenté
tus labios para que leyeran los míos.

«Si algo ocurre», te dije,
«será sencillo».

Asentiste. Encendiste un cigarro
con la colilla humeante del anterior.
En tú frente vi la pesadez de los años,
el descrédito de las palabras que se repiten
sin mucho sentido.

El lastre de los hechos que hablan desde sus cuerpos tremendos.
Cuerpos que no se dan cuenta de que existen donde
nunca existieron: antes fueron ciertos,
ahora son cuentos.

Creo que pensaste que no sabía de lo que hablaba, pero
que creía saberlo.

Vi que me reconociste el esfuerzo.

Me quedé mirando tu soledad inventada,
dibujada y presente en tu boca.

Y no supe que más decirte, así que repetí,
con intención de no tener que volver a hacerlo:

«Si algo ocurre,
será sencillo».

ni la guerra


Mirando desde estas gafas enormes a lo Costello que me agradan y me desagradan a la vez.

«Después de tanto ruido no quedó ni la guerra» decía en otro sitio. Y sin saber muy bien por qué me persigue la frase en el tiempo que me queda libre. Y en el que tengo ocupado también. No por ninguna guerra en concreto, sino más bien por el carácter efímero de las cosas: o como las cosas son construidas, o cómo son destruidas, o cómo se mantienen cuando no deben, o cómo caen cuando no deben. Todo mezclado.

Hoy ha estado en casa Oscarín y he recordado muchas cosas de él. La afinidad, en suma y en cualquier caso, siendo tan distintos. Yo tan explosivo, él tan de hablar sólo cuando las cosas están maduras. Creo que me atraen este tipo de personas, en general, precisamente por su carácter sólido (en la acción, vete tú a saber en el pensamiento), yo soy más líquido: reacciono según el continente del momento, y no tanto por mis propios consejos racionales: quiero aprender eso.

En la conversación: política y zarandajas varias, la vida que se escribe en versos malévolos. No importa que hace años que no nos veamos con asiduidad: le sigo sintiendo en el centro exacto de mi cerebro. Y sus respuestas lo constatan. Lo importante de la conversación fue lo que se compartía, no lo que se hablaba.

Futuro viaje a Granada para verle.