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Lo recuerdo

Lo recuerdo perfectamente
aunque me traicione la
maldita memoria:

estamos tomando café en una cafetería
confusa y
desdibujada
y ella me pregunta por
si quiero ir a alguna parte
y yo no sé que contestar porque
he perdido demasiado el tiempo
desnudándome para no
apegarme a nada.

Ella lo entiende porque
suena
resuena
el sordo
golpe
de los acontecimientos sin
sentido que
se repiten
como las gotas de lluvia
sobre la tierra
sobre la tapa del ataúd
sobre el cuerpo del muerto.

Imposible rescate

Un imposible cigarro
pende de la boca de ella
mientras me deja colarme en su
entrepierna, estando
en esta tarde
de domingo por la tarde
en la que el tiempo se
acelera.

Un imposible viaje
ribeteado de espera,
de años mirando con ojos
inquisitivos los ciclos
mecánicos del viaje a
ningunaparte.

Y ella es posible que esté
en otro sitio, en algún punto
remoto escribiendo poemas
y tomando cerveza al sol del
mediodía.

Imposible rescate.
Imposible enlace.
Fin de la transmisión.

No entendía

Y no entendía cómo poder
seguir siendo así en el espacio
y
el
tiempo
corrompido
del mantenerse vacío
en un rictus estúpido e incomprensible,
en un llanto silente autoproclamado de
engaños.

Y él no entendía cómo
volvía cada
día
a comprar pan y ajo,
la carne y la fruta y el
pescado. No se entendía
a sí mismo en eso porque era
imposible hacerlo. Estaba serenándose
en los movimientos rutinarios
que le dan el tibio sentido a la vida
de no
carecer
de lo necesario.

Y aunque no lo entendiera
era algo.