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delegado/ -itis.

Lo malo de ser delegado de cualquier tipo es precisamente eso.

Que delegan en ti.

Y todos quieren pedir, porque se les da bien y es más fácil que hacer, por eso mismo delegan, joder. Si quisieran hacer ellos lo que tienen que hacer lo harían y te dejarían en paz con tus problemas, lo que ya conllevaría una extensión considerable.

Arranco los rebuznos de los restos demacrados del aparato dental que una vez llevé (me dijo el dentista: «vuelve en un par de meses y te quito ese hierrito», y desde entonces han pasado no menos de trece años y no más de quince) y hago mi trabajo, cuando estoy arriba el de arriba y cuando estoy abajo el de abajo y cuando estoy en medio pues, eso, doy vueltas, me mareo, me caigo al suelo y desde allí me dicen: «¿qué coño estás haciendo?»

– Nada, es que había visto un leuro…

Cuando llego a casa, ecco, siempre hay sitio para un ronete y un buen libro, algo de yazz y un pensamiento hermoso. Luego pasa algo y lo jode todo.

los chopitos

«Esta web es un maldito desastre», pienso mientras miro las estadísticas y veo las 22 visitas de tipos perdidos que buscaban en google cualquier guarrada y les salió, por mera estadística milthoniana, mi página dentro de las diez primeras en el buscador avernal. Y eso que el día empezó bien, para ser lunes, porque me levante resacoso, asqueroso y deprimido sintiendo que mi vida no es, ni de lejos, lo que yo quise alguna vez que fuera.

Como un idiota me vestí y me peiné para la ocasión, fingiendo ser el niño bueno que no consigo nunca ser, y me fui al cajero a pagar la luz con un mes y medio de retraso, mirando a ambos lados por si alguien se daba cuenta de mi carácter moroso-compulsivo. O pagaba la luz o me iba de vacaciones a San Sebastián, la cosa estaba más que clara. Que jodan a iberdrola, y a ser posible con la verga de un garañón bien dotado. No sé si fue posible, más que nada porque lo único que sé es que no llamaron a ninguna empresa de recobros, y eso bien merece otra mirada.

En el curro todo normal hasta que al bueno de quetes le dió por acercarme a casa, cosa que festejé comprando unos litros de cerveza y abriendo la puerta, sentándome como si no hubiera nada más elevado que hacer y privando como un beduino tras siete años en el sahara. A privar, que es lo que toca. Y si está triste porque folló en semana santa y la piba pasa porque se va a Londres, pues a privar, que es lo que toca. Y si todo se confunde, pues que se confunda, joder, que uno no es el juez dredd.

Joder, pagué la luz, miré mi declaración de hacienda y me di de baja en la OCU. No queda mucho más que hacer hoy, me puedo sobar a gusto porque mañana tengo el día tres del curso en Prevención de Riestgos Laborales, y si no es así que se jodan todos que yo me quedo si no queda otro remedio. Cuando mire al chopito de turno le diré: no es culpa mía, yo sólo como. Y tan contentos.

humanidad

Estoy en un curso de Prevención de Riesgos Laborales que ha degenerado en el programa de Ana. El que imparte el curso está mirando al corral con la sensación de que todo se le ha desbocado, ahora mismo no sería capaz de controlar su clase ni con una picana eléctrica. La triste mundanidad que se desprende en el aire desde todos estos cuerpos encerrados en un espacio ínfimo ha debido afectarles a todos el cerebro con un algo de intimidad que les lleva a contar sus trapos más sucios. Si el profesor arranca una frase en seguida es interrumpido por una masa histérica que le ha cogido el gusto a hablar de médicos, enfermedades, ventanas defectuosas, posiciones antiergonómicas… con la misma facilidad que si estuviéramos en la sala de espera de un hospital cualquiera. En realidad merecemos todo lo que nos pase, porque en cierto grado somos absolutamente detestables.

Detras de mí una señora (por decir algo) empieza a contar que todos los médicos son unos cabrones, porque una vez tuvo una hernia y… en ese justo momento desconecto y me voy a un mundo interior de felicidad y fantasía, lejos de esta piara infumable. Voy a recoger a Ric del curso de contratación y nóminas e intentamos tranquilizarnos ingiriendo tres tercios por cabeza y una ración de ensaladilla. Estamos anonadados, no puedo hablar, sólo le miro, a ver si él, por casualidad, llega a entenderme. No es que me haga mucha falta, pero creo que sería un consuelo.

Volvemos al programa de Ana y vuelvo a esfumarme a un mundo interior sin tanta peste a humanidad desaforada hasta que en el descanso de las dos no puedo más y me piro. Nos tomamos unas cervezas, unas bravas, un pulpito y unos chopitos y volvemos al tajo, porque ha habido ciertos problemas y el curro está lleno de gente (más gente) histérica que grita por cualquier estupidez. Cada cosa que veo rebosa estulticia por todos los poros y me digo que sólo tengo que aguantar un rato. Me lo digo constantemente. Por la noche quedo con mi niña para tomar unas cervezas y no meterme con nadie y cuando me pregunta qué tal el día le digo:

– Bien. Todo bien.

Mientras leo cómo la mano de obra se subasta en internet.