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Siempre debimos

llamar ayer al ayer, y no
recuerdo. La lluvia caía, tomábamos
café, tú jurabas algo, me besabas las
manos. Yo caía, caía. Como las horas o
los sueños al despertar. Como los días
que no puedo y que sonríen sin volver
luego. Yo caía. Como el café, desde la
mesa al suelo o el silencio o la broma
del momento. Tú me jurabas algo, yo
asentía, fumaba, pedía la hora mientras
caía. Tú llorabas, llovías. De la tierra y
la lluvia el verde, y de mí y tus lágrimas
una despedida.

Si quieres…

… nos vamos, si piensas que
va a servir de algo. Si lo prefieres, tomaremos
aquí otra cerveza, estoy sentado, no
estoy tan mal. Sólo otra, de
verdad, después pasearemos o haremos
el amor en algún parque, o nos
pediremos perdón o dormiremos hasta
que el frío del rocío nos despierte,
ateridos, en un césped verde de
gritos no escuchados.

Pues gritamos, eres un ángel cuando
duermes, pero gritas, tan alto que
no hay música que lo cubra, que
lo silencie. Lo sé, por ello no
quiero irme de aquí, al menos,
no tengo que hablar, o que escucharte.

Aquí, al menos, puedo callar y mirar
al vacío sin que parezca un problema,
una preocupación, una culpa.

Una cerveza más, lo juro. Después,
seré tuyo hasta donde pueda, el resto ya lo
desearás tú bastante. Seré tuyo
como soy de todo, del barro que me
cubre, de éste o de aquel otro. Seré
fuego, si tú quieres, seré estanque,
si prefieres llorar. De todas formas,
da igual. Puedo ser divino o maldito,
borracho o calculador o economista o
amante, da igual. La noche es joven,
y nos ofrece sus dones.

Tan sólo una cerveza más.
Lo juro.

Necesitaría entender:

“Dónde queda el norte, cuál es la
cruz que sangra sanguijuela
llevándose mis días en su carcaj
ya repleto.

Dónde queda lo que ya es olvido
cuando se olvida, dónde la tierra
cuando replica
y así plica
las horas construyendo réplica
maldita de vida.

Dónde los cigarros,
en la foto viven cuando ya no
son cuerpo, sino recuerdo casual
que
?abro los ojos?
está y
-cierro los ojos-
no está.

Vamos, contesta. Esconde
Tus Relojes y habla,
silencio,
no me dejes pendiente de este crisol
de desengaños que es
-siempre y únicamente-
uno mismo.»