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el verdadero viaje

Quién sabe qué de qué por qué para qué hacemos la mitad de lo que hacemos. La otra mitad es de, por y para nada. Empecé a ver Mad men y me repele, no encuentro nada en ella que me atraiga. No encuentro nada en ella que me haga pensar que es para nada. La historia de los días, cosas que pasan. Tipos en su mugre, como todos. Entiendo que en las series, en las películas, hay quizá un componente aspiracional que es necesario para que cuelen.

No me da tiempo a nada. Trabajo, toco un poco, camino, hago la cena y el día muere entre estertores y ya está. No queda más. Todo se ha ido. Me paso la mayor parte del día haciendo cosas que no quiero hacer. Me levanto a las ocho de la mañana y cuando puedo hacer algo para mí son las ocho de la tarde, estoy medio molido y tengo que hacer la cena, y me pregunto dónde firmé eso. Y no puedo quejarme porque tengo suerte, tengo el dinero suficiente para vivir y además estoy vivo. Pero recuerdo esos días de la baja en los que me pasaba tanto tiempo con una canción que se convertía en un paisaje, uno en el que podía entrar y caminarlo, olerlo, saborearlo, pasar unas vacaciones allí dentro y al regresar traer conmigo la melodía impregnada de historia. Y ahora ya no puedo hacer eso. El olor es ténue, el prodigio débil, frágil, se rompe en cuanto pestañeo.

Y me pregunto cómo y por qué tengo que entregar constantemente mi vida para ganármela. Ya no sucede, no hay prodigio. Ya no compongo porque no es lo mismo.

Que yo componga o no no es importante, no hago nada importante, pero a mí me ayudaba. De hecho pasé tan bien la baja porque estaba siendo relevante en las historias, me acompañaban y daban grosor a mi vida. Sucedía en ellas tanto como ellas en mí, y eso me hacía sentir pleno. Estos días las he estado reescuchando al caminar y, claro, ahora las grabaría mejor, ahora toco más, ahora sé cómo ecualizar mejor mi voz, pero son parte muy importante de mí. Son como volver a un recuerdo en el que sientes un crisol de emociones.

Las canciones eran importantes porque justificaban mi existencia a un nivel muy íntimo. En este caos de no saber qué importa del día a día ellas importaban, contaban cosas, los sonidos que aprendí a tocar dibujaban escenas de un modo nuevo y podía entrar y salir y dejarme llevar como con ninguna otra cosa: ni los poemas, ni los relatos, ni las novelas.

Bueno, que da igual, que estoy protestando y ni sirve para nada, ni me ayuda, ni va a cambiar nada. Lo dejo aquí.

casi morir y no

los días deberían pasar en septiembre
como en cualquier otro mes,
pero noto el momento susurrante,
agazapado, dando lentos pasos sin hacer ruido

moviéndose en sigilo

como si, por algún motivo,
hubiera estado a punto hace un año de suceder algo
definitivo

y, ahora, el instinto del recuerdo
temiera de nuevo al depredador paciente
que acecha en cada sombra que se pliega,
en cada nudo, cada grieta de la herrumbre
que se cubre

dile

nos vamos a morir
en algún momento
y antes seremos irrelevantes
si no lo somos ya

y está bien

hay que hacer por entenderlo

no vamos a cambiar el mundo
no vamos a ser la revolución
nadie dirá de nosotros que fuimos unos genios
y, si te lo preguntas bien,
si miras a fondo más allá del impulso vital

¿para qué querrías eso?

desde la perspectiva del muerto,
¿qué importa que hablen de ti o dejen de hacerlo?
es el vivo el que grita, el que llora,
el que se siente vacío

pero ese ya no estará cerca
cuando termine pasando lo que teme,
así que ignoralé,
no sabe de lo que habla —literalmente.