Hace una semana actualicé el servidor a Raspbian Buster. En realidad lo instalé de cero, ya que todo lo que había leído decía que las posibilidades de que algo fuera mal al cambiar los repositorios eran muchas.
Pensé que iba a ser algo que me iba a quitar mucho tiempo: instalar el SO, la configuración de la IP dinámica, las llaves SSH, montar el servidor en sí… pero al final no fue para tanto. Siempre viene bien airear porque se suele hacer pereza para algunas cosas, y gracias a la «actualización» cambié OpenVPN por WireGuard y dividí la instalación entre una tarjeta SD para el SO y un USB para el contenido de html, lo que simplifica hacer copias de seguridad.
Es curioso cómo lo que parecía enorme y complejo puede convertirse en algo habitual, y cómo mientras hay algunas cosas que pierden su magia en el proceso hay ciertas otras que no dejas de disfrutar en lo más mínimo por ello. Es curioso verlo, pero no sé por qué sucede.