Era, era, era curioso como Merayo y yo mismo estábamos charlando con entusiasmo sobre nuestros asuntos sentados adocenados adunados colocados especiados en el mismo sofá en el que ayer mismo, que fue el mismo ayer de ayer mismo, tú y yo o nuestras recreaciones físicas se abrazaban dándose cariño o amor o amor o llamar a amor al amor mismo como si fuéramos capaces de prenderlo en un alfiler de entomólogo, era curioso vernos vaciar litros mientras charlábamos mientras mientras mientras como en una disrupción empática o una disgresión cognoscitiva o una disfunción endocrina (hormonas, hormonas, hormonas) o una discordancia cognitiva yo te veía ayer con el trina de limón y los doritos y los doritos y el trina de limón cabeceando de uno a otro sofá para encontrarte o desencontrarte conmigo, lejos o cerca de mis abrazos como un coco desafinado y fuera de tono que empieza a comprender que lo que dice va más allá del gag televisivo. Y era curioso porque todo y las cosas y el todo que son las cosas me decían que se habían trocado las palmeras en lágrimas, que en la misma escena es mucho más que posible que se representen obras de teatro diferentes disyuntas di di di di di di di diametralemente sin tener nada que ver la una con la otra (y ahí está mal traído lo de diametral, porque lo diametral es opuesto pero siempre en la misma línea, como si yo mismo fuera una línea en la que el tiempo de lo que me sucede se prende en un algo coherente y, de algún modo, sitiado o en un sitio o lugar), cuando en realidad lo que dicen o se dice que sucede es que el tiempo transcurre de forma lineal y el hecho de que yo esté aquí, hoy, es circunstancial y nada o poco tiene que decir sobre el hecho fáctico (retraída facticidad de la existencia, enmarcada de uno u otro modo en el concepto y/o ansiolítico de lo existencial) de que mañana esté en otra parte, o no esté, o no quiera estar, o me desligue de una realidad circundante inexpresiva y/o anabolizante (extremos diametrales, de nuevo: inevitable).
Y ahí estaba, en el sofá, acordándome de que la realidad, sin desmerecer lo presente, era bien distinta.