Había una mujer pintándose los párpados en el espejo del parasol del coche, en el semáforo. Yo aceleraba porque llegaba tarde al trabajo, tenía basura que tirar en el maletero y porque me gusta acelerar y sentir el tirón. La recordé mientras me detenía en el siguiente semáforo, y me pregunté cómo es posible un tan lejos desde tan cerca y tan de cada día.
En realidad, si te lo preguntas a fondo, no es del todo creíble.
Cuando la vida se abre empiezas a ver las más allá de las grietas, de lo que no encaja. Vuelves a ver lo que sí lo hace, y a dónde te conduciría la madriguera de conejo si decidieras meterte dentro.