Un escritor que dice que su primer objetivo es escribir las novelas más divertidas posibles y sólo como segundo la mejor que pueda, y que pide por favor que no se revelen spoilers en los comentarios de la plataforma de venta (porque la novela es sólo eso: un giro de trama en el que se encuentra su único interés), es parte del paradigma de la filosofía de la experiencia. Lo importante no es lo que la cosa que vendes sea, sino cómo se lo haya pasado la víctima durante el asesinato.
La mandanga.
Del mismo modo, cuando a JPelirrojo en la polémica sobre su máster le echaban en cara que estaba timando a adolescentes, hablaba sobre los buenos comentarios y experiencias que alegaban algunos de los que estaban cursándolo. No importa que él no tenga ningún conocimiento en especial o que el único que gane algo con el curso sea él mismo al organizarlo. Es el «pues a la gente le gusta», y cuatro listos que se agarran al mantra de «soy del pueblo llano» (ha sido la vida la que me ha enseñado, no me van a dar el Nobel ni lo necesito, etc). Y se aprovechan de los demás, que en medio de una vida con condiciones precarias nos aferramos a cualquier cosa que nos prometa salir de ella u olvidarla por un rato. El hecho de que la gente pueda necesitarlo (pero no es lo único que necesitan, es la salida más fácil sin embargo) no quita para que el que crea el espectáculo no tenga responsabilidad en lo que hace. Ni siquiera el hecho de que le guste a alguien elimina la responsabilidad de lo que tiene entre manos y su intención puramente mercantil al hacerlo.
No importa el contenido, no importa la honestidad, lo único importante es la experiencia del tipo que, metido en medio de una vida en la cuerda floja, se agarra a un clavo ardiendo con la esperanza de no caer al vacío, y del listo que está al borde del precipicio tendiéndole a un precio razonable una mano untada en grasa.
La sonrisa del lobo.
No es sólo que la calidad sea discutible, eso es lo de menos, sino que se basan en datos y relatos que se adaptan a la experiencia que se busca, todo se subordina a la calidad de la experiencia: novelas en las que la tecnología se explica mal en un intento de hacer coherente el argumento, deformando el conocimiento que el lector puede sacar de la lectura, y experiencias vitales que se modelan en función del relato que se quiere vender.
El problema no es que estén dando contenido de baja calidad a sus clientes, es que les están mintiendo deliberadamente para mantenerlos entretenidos mientras les meten la mano en la cartera. La baja calidad cuando no se puede dar más no es deshonesta, la mentira deliberada sí.
Y me diréis: oye, si la gente quiere… Y ese argumento me lo han dado para casi cualquier cosa: desde las lejías de los curanderos hasta hipotecas y preferentes. La gente es gente y hace lo que le brota, pero eso sigue sin quitarle un ápice de responsabilidad al estafador.