El problema es que no te interese lo más mínimo. Puedes hacer una novela describiendo las interacciones de las personas de un grupo, y a menos que lo hagas muy mal le interesará a casi todo el mundo que lo lea. Quién dijo qué, a donde condujo, cómo lo interpretó el otro, traiciones, malentendidos, reconciliaciones, amor, besos, abrazos, odio. Si es coherente no necesita nada más. El problema, claro, es que no te interese lo más mínimo a la hora de escribirlo, porque en el fondo el ser humano parece hablar siempre sobre sí mismo. Enseñándose constantemente a sí mismo cómo relacionarse con los demás. Las historias se configuran básicamente como el armazón en el que se desarrollan las relaciones, la estructura metálica que las condiciona (¿por qué no se separan cuando discuten, por qué no se ven cuando quieren hacerlo? Para eso sirve la historia). Estamos de algún modo programados para que nos guste jugar a eso todo lo que podemos. Vemos series, películas, leemos libros, escuchamos audios… pasamos gran parte de nuestra vida relacionándonos o jugando a relacionarnos o interesados en cómo tendríamos que hacerlo. Ese es nuestro todo.
Ok. No podemos evitar estar interesados en ello, pero a veces sucede. Entonces no sé.