En el asunto de los pelos en las axilas de Irene Montero y el comentario del concejal del PP no se está mirando ni por la higiene ni por la estética, sino por la identidad de grupo.
Los comentarios son estúpidos. Hablan de estética como si fuera una verdad universal o algo así, de cómo nos van a ver los países de fuera, de higiene, como si la femenina fuera diferente a la masculina. Otros dicen que se vaya a hacer el gesto a Irán (¿qué narices significa eso, debemos tomar a Irán como referente de nuestros actos por algo que se me escapa, debemos ir allí a levantar iglesias y colegios del Opus?), que si a Inés Arrimadas no la defendieron (lo hicieron), que si gasta dinero en otras cuestiones estéticas (pero… pero… ¿?).
Grupos, identidad de grupos, escasez y lucha por los recursos. Por más que pensemos que la cultura se ha adueñado de la genética, lo que sucede es más bien que esta ha encontrado los modos de hacernos jugar con los mismos modos en entornos ahora culturales.
Se defiende que los argumentos que son racionales cuando no son más que la emoción haciéndonos jugar por los nuestros. ¿Qué narices le importa a nuestro cerebro la verdad o la razón frente a la supervivencia del grupo y la continuidad de los genes? La verdad y la razón son siempre parte de la discusión, pero más como excusa que como directrices.
(Y eso me lleva a otro sitio que mirar, ¿por qué lo razonable es mejor que cualquier otra cosa (al menos como argumento)?, ¿será su situación como termino medio o no interesado?)
Mientras eso no seamos conscientes de ello no podremos llegar a ningún acuerdo, y los que consigamos establecer no tendrán nada que ver con lo más interesante o lo que más necesitemos, sino con nuestros colores.