Cansado hasta reventar. No se puede llevar este ritmo de vida de ningún modo posible sin acabar hecho pedazos. El viernes a las nueve di el pistoletazo de salida, ya reventado por los horarios policéfalos de la sección y del curro, los cursos y el boletín y todo lo demás, anunciando la retirada antes de empezar. Pero aguanté. Me emperré, como siempre, en quedar lo antes posible con N., aunque este fin de semana me animaba otra intención: si llego a parar cinco minutos, me duermo. Era imposible pensar en parar. Raciones con demasié y la rous, david y laura, cisneros, zentuario y eva en la casa de galicia. Ingería ribeiro a ritmo desaforado para intentar meter azogue en el cuerpo y no pensar demasiado en que me jodieron de nuevo a Cisneros, aunque no se le veía demasiado jodido o demasiado poco cuerdo. Esta vez ha sabido reaccionar frente a la crónica de una muerte anunciada. Dormí en su casa y me invitó a comer al día siguiente, nuevo maratón casero de ron, cervezas y Koldos hasta que la noche se hizo N.uestra y nos quedamos arreciando el palomar de besos. No dormí y me fui a por el desayuno, desayunamos y se piró a cumplir con sus obligaciones mórficas y yo me quedé sin Alonso y sin comida familiar. Rezongué un rato hasta que me llené de lavadoras y lavavajillas y, harto, me piré a ver al galego en casa, de nuevo, de cisneros. Pelis y risas y yo alucinando por la falta de sueño y por el exceso de vida, que también se paga. Luego llegué aquí. Voy a cerrar el ordenador y a desaparecer, si puedo. Necesito dormir. Necesito dormir. La vida es un asunto enfermizo, si se vive en exceso puede llegar a hacer agujero.