Del mismo modo, un tipo que se queda solo tiene que aprender a mirarse. Porque normalmente el valor lo ponen otros, la suma suficiente de otros. Y cuando se queda solo ha perdido el referente que le indica qué es lo importante, lo bueno, lo divertido, lo apetecible. Lo que no le gusta no, porque no le gusta nada. Nada es importante (no hay número suficiente de otros diciendo que lo es). Tiene que aprender a valorarse a sí mismo y lo que hace cada día. ¿Es esto algo interesante?, ¿me estoy divirtiendo?, ¿estoy perdiendo el tiempo?
Solo no es sin pareja, aunque también. Te quedas sólo cuando te conviertes en tu principal (¿casi único?) juez. No importa cuántos tengas alrededor y a qué nivel se relacionen contigo. Te quedas solo cuando tú dejas de darle valor al número para esas cosas, sea por lo que sea. A veces es quedarse sin pareja, a veces es mudarse a alguna parte donde a nadie pareces importarle un pimiento, a veces una decisión personal provocada por el aburrimiento de los vaivenes de la suma de cerebros. No es importante por qué.
Y al principio es desasosegante. Te sientes vacío. Miserable. Insignificante. Todo pierde el sentido y la angustia te taladra todos y cada uno de los minutos que pasan para no volver luego. Te han quitado el medio para discriminar el mundo, o te has desprendido de él tú solo. El caso es que nada tiene sentido. El ser humano detesta el vacío, y corre todo lo que puede para llenarlo. La forma en la que el cerebro reacciona ante lo que considera escasez le impulsa. Durante la fase de ignición (me estoy divirtiendo) no se dará cuenta de nada que no sea el grito de las neuronas pidiendo algo. Si no se ocupa en otra cosa antes de que se apague el reactor, saldrá de la atmósfera. Cualquier cosa le sirve para evitarlo, para repeler el vacío, una nueva relación, un juego estimulante, una afición en la que volcarse. Cualquier sitio en el que derramarse y olvidar la nada.
Pero quizá lo supere. Quizá se quede sin combustible. Quizá mire alrededor. Quizá le guste, y empiece a llevarse todo a la boca para ver a qué sabe, realmente consciente de su lengua por primera vez. Quién sabe.