En cada cosa y casi siempre hay una colección mensurable de aporías, y te sientas con tu cerveza buscando emborracharte y llenarte de contenido gaseoso y mingitar a gusto, que ya es algo, y te descubres pensando que son dos días y que uno lo estás pasando matando el tiempo. Revisas estructuras más o menos mentales y no encuentras algo de razón en la sinrazón o de sentido en la indolencia que nos está jodiendo a todos, cada cual en la suya con nombres y apellidos. Sabes que no es tarde pero ya no tienes ni idea de cómo reconducir cualquier cosa y todo se va cuajando, solidificando, actualizando como quiere y tú sólo lo ves y discriminas: esto sí, esto no.
Y compras unas pizzas y te revuelcas por el suelo temiendo el techo de techo del piso que compone ninguna parte y te ríes y te estás riendo a gusto y piensas que siempre es todo así, de tanto y de tan escaso, de tanto que se apunta y de tan escaso que se narra. La vida, como las novelas, se narra, siempre se está narrando en un diálogo interior que marca las pautas y las desviaciones permitidas. Bah.
Imagínate que te imaginas
a un personaje imaginario
que imagina un mundo imaginado.
E, imaginando, imaginas
las miríadas de imágenes
que ese personaje imagina,
iconos deseados e inimaginables
por idílicos imaginarios,
arrobados por sus ufanas imaginaciones
creadoras de ficticias e imaginativas
circunstancias, donde el imaginero
da forma a la rima del imaginista
creando inenarrables imagos
que multiplican la imaginación
de uno de los habitantes imaginarios
de ese imposible mundo imaginado.
Sí, imagina ese mundo imaginario,
ese personaje que imaginaras
en un momento de infundada imaginación.
Qhrlhy
La imaginación nunca es infundada, porque es justamente eso: imaginación.
Todo lo contrario, la imaginación siempre es infundada, porque no necesita una base, un fundamenteo, para crearse, sencillamente, se crea, aparece.