Lo cotidiano. Nada cambia, pero de algún extraño modo todo ha cambiado cuando quedo, entro y me siento. Un año de por medio es mucho tiempo, y ha habido lazos que se han estrechado, otros que han desaparecido y otros que llegan de nuevas cuando yo entro en escena. Son los mismos, más o menos, soy el mismo, más o menos, pero de algún modo, ya digo, todo ha cambiado. Si fuéramos baldosas la yaga que nos separa (y nos junta, al mismo tiempo) se habría ensanchado algunos centímetros.
No es algo malo en sí mismo, es una realidad nueva.
Me alegro de ver a todo el mundo, me alegro de volver a reír con ellos. Les cuento mis miserias y mis lindezas y ellos me cuentan sus miserias y sus lindezas. En eso no ha cambiado nada, la confianza sigue intacta, es otro matiz, otro punto del camino el que se ha desleído.
Es curioso, supongo que fui yo el que siguió otro camino, y algo de reproche velado, quizá, algo de resentimiento sordo quedó en alguna parte, dentro de la conciencia. No lo niego, yo elegí desligarme. No podía ser de otro modo, por mera supervivencia, eficacia ecológica, mecanismos cognitivos de autodefensa. No sabemos dónde fueron las tardes y las noches que nunca sucedieron. No sabemos lo que nos hubieran dado, pero sí lo que, de algún modo (lamento ser tan vago en las explicaciones), nos han restado al no ser.
Cosas que pasan. Nuevo punto cero. De aquí en adelante.