La revolución maniquea. Eso voy a proponer para el siglo presente. Nada de medias tintas, nada de matices de grises, ni hablar de intervalos. Parece mentira que sigamos dudando después de tanto escrito y tanto pensado, tanto tan bien escrito y tan bien pensado.
Releo un post de otra bitácora sobre las ong’s y los estados, y estoy de acuerdo. Solución: ni un puto duro para las ong (y lo digo casi en serio). Si cualquier macroempresa no se la juega a ver por qué yo, que no llego ni a mitad de mes, tengo que donar unos míseros cincuenta céntimos que al cambio (todo cuesta) deben ser unos dos céntimos y medio.
Eso estaría bien. Si el estado no dona el 0,7, yo dejo de pagar impuestos. Ya está. La ley del Talión. Si mi empresa no me paga bien yo dejo de trabajar bien, equiparando niveles. Si mi casa cuesta de más me vuelvo con mis padres. Si en los garitos la cerveza cuesta nueve veces más dejo de ir a garitos (hacienda les nubla la vista a impuestos que vayan a donde vayan nunca sabré con claridad dónde van), y que se hundan. Que protesten en condiciones. Que hagan algo si desean sobrevivir. Si el pollo es caro no compro pollo, y que se les pudra en los almacenes, que les coja polvo. Si en el supermercado los sueldos son una mierda aceptaré encantado que los reponedores me traten de gilipollas cada tres pasos y cuarto. Es lo que debe ser. Así deben hacerse las cosas.
Porque mientras se manipula la educación (en el sentido de las normas básicas de convivencia y respeto mutuo) muchas manos muertas no hacen más que llenar bolsillos. Así que nada, la revolución maniquea. Dona, cubre, da, esmérate, alcanza la paz interior que el consumo compulsivo de toallitas higiénicas íntimas no te da (pero sí frescor, paradójicamente), cómprame un coche y lega un retrovisor para el tercer mundo, que andan faltos de espejos. De cada paquete envía certificado dos cigarros que habrán de fumarse lejos. No. Se acabó, me niego. Ya esta. Me he enfadado. Que ya no juego.
Bueno, quizás sea un poco extremo lo que cuentas, pero entiendo bien tu cabreo. Es cierto, se pide a mucha gente que apenas llega a fin de mes, que cargue en sus espaldas las culpas y las desgracias del mundo porque, en teoría son unos privilegiados. Y los verdaderos privilegiados se van de rositas.
Por cierto, he visto tantas fotos tuyas que ya casi eres como de la familia. 😉
jajjajaja, al egocentrismo desmesurado revestido de un ligero complejo de inferioridad (siempre sano) debe ser que le añado un narcisismo recalcitrante