Foto cortesía de el clip doblado.
(Qué triste esta escena de jinete gallardo lanzando su espada hacia delante mientras está cubierto de nieve y se hace patente su indefensión de momento detenido en el tiempo).
Ayer, en plena vorágine guitarrera-cervecera-conversacional, nueve personas intimando en mi salón (en el mejor de los sentidos posibles) me aislé un segundo y recordé que alguien me dijo una vez que todo cansa.
Debe ser que todo no.
Llevo cinco años así, de mi salón a mi salón, de reflexión en reflexión, de conversación en conversación, y todo sigue siendo igual de emocional, por decirlo de algún mísero modo.
Querían decir, con lo de «todo cansa», que al final lo excepcional se convierte en lo normal, y deja de parecer tan estimulante. Supongo que puede ser que a algunos les pase. A mí debe ser que no.
Intimar en todos ellos, conocer, indagar, compartir, estar, es algo de lo que yo nunca me canso, siempre quiero más. A veces despotrico y me jode que siempre, casi cada día, venga alguien a casa, pero es por un asunto de espacio. En el fondo estoy encantado, siempre que tenga tiempo de crecer a mi aire.
Sólo hay dos formas de vencer a Nietzsche, y no creo que una sea el existencialismo. Ni siquiera el más mordaz y enconado. Son el sentido y el vacío.
El sentido te impele en una dirección.
El vacío te impele a llenarlo.
Y esta última me parece dañina.