«No sé lo que quiero», me dijo una vez.
Y la odié con todas mis fuerzas.
Porque yo no tengo ni puta idea y no voy por ahí jodiendo a nadie por ello, como si el universo fuese el que tiene toda la maldita culpa de su estupidez.
Quizá no comprenda que es también la mía, y un poco la de cada uno.