Secándome los labios después de
solazarme
en la tierna yema de tu vientre,
explicado en un halo de levedad,
asombro infinito y cigarro,
como siempre después de,
como cuando vuelve a ser siempre después de;
configurado en un lento devenir
fraguado con
ceniceros atiborrados,
vasos vacíos,
risas en y con la guitarra
en la noche que avanza y se extingue
y siempre me sorprende despierto,
ya de día,
mirando la ventana
preguntándome en qué estaba pensando
cuando nada de todo esto existía.