Cortesía (dudosa) de Ángela.
¿Qué hace uno despierto a las tres de la mañana? Pues escribir la novela y escuchar a Chaouen, na menos, oler incienso quemado, tomar un poleo y fumar un filtrito tántrico de nicotina, pa chasco. El consejo de sabios se ha reunido y Ángela, Cisneros, el Norteño y yo mismo decidimos los asuntos del día sin premura y resolvimos ciertos acuerdos básicos para una semana que se presenta, cuanto menos, intensa. Las velas y el incienso son el escenario, al igual que el cigarro (símbolo mixto de la vida activa y la vida contemplativa), escenario de una novela que no tiene nada que ver ni con las velas ni con el incienso ni con el tabaco ni con Chaouen, pero sí con el buen rollito, por lo que bien sirve todo ello para lo que bien alcanza. Mi protagonista está cenando con Sonia y Dena revolotea por todas partes, así que no para quieto, el pobreto. Pero hay cierta calma chicha que, si no es el buen rollito, bien lo metaforea. Que las cosas que no se dicen se enquistan y se pudren y se llenan de pústulas y llagas que crean curiosas infecciones en los dedos (sintomatizadas en la necesidad de marcar números de teléfono, al azar, para ver quién está al otro lado; es laborioso pensar sin estornudar que a nuestro propio lado, en el móvil, hay miles de puertas cerradas que pueden ser abiertas con sólo un par de pulsos atinados, nadie debería sentirse solo con un móvil en las manos, tiene el mundo entero en un clickclick. ¿Sí?, Buenas tardes, ¿Quién es?, Yo, ¿Pero quién es?, No sé, ¿quién eres tú?, [silencio tras colgar al otro lado]).
El anticuario congelado sonríe y esquilma el vaso deglutiendo el poleo y humeando un prendocigarro y tecleando al mismo tiempo; en suma, un reto. Sobre todos los tejados hay lúcidas estrellas que indican siempre un posiblelugar donde las posiblescosas suceden y es de noche y todo huele bien, a incienso, y me siento cansado, tan cansado… tan agotado físicomentalmente que el palomar parece un paraíso supralunar en el que no está de más perderse buscando una luna de tránsito errabundo y errático, no sabemos dónde nos llevará el mañana que siempre nos lleva a alguna parte, aunque sea a un mismositio, que ya es algo y no es poco en absoluto. Y siempre parece que todo está donde debe y eso es lo necesario para cerrar los ojos y estar ya en otra parte.
Como en casa y como en todo. La rarefacción del ambiente producido por la ambigüedad del éter mañanero, el color del amanecer y la húmeda limpieza del rocío siempre sobrecoge, livianiza la dura digestión del presente.
Por eso cada día parece un nuevo día: por la ambigüedad del éter mañanero, el color del amanecer y la húmeda limpieza del rocío. Mejor estar dormido cuando el prodigio se produzca, para que sea más impactante el efecto.