gracias, Ángela
No sé si ponerme a cien o darme una tregua en el lavabo.
Chaouen.
Despierto a las doce y me ducho, pongo una lavadora. Me levanto con el regusto de un Saramago que esta vez (El hombre duplicado) me parece doblemente lento y retorcido sin sentido. Tengo la sensación de que una cierta emulación de Cortázar se da, pero como únicamente puede hacerlo un intelectual de tomo y lomo, sin despertar interés (que no es sino decir sin contar cosas de interés), a ver qué va sucediendo. Me arreglo las uñas de la mano derecha, instrumento parte del instrumento de la guitarra, preparo café. La caverna la regalé en Tenerife, a medio leer, no tenía ningún interés en seguir con ella. En ensayo sobre la ceguera me encandiló un tiempo, el final me pareció torpe y apresurado, como si él mismo se hubiera hartado de ella.
Después hablo una hora por teléfono. Tiendo la ropa. Me voy al curro.