Qué rabia dan a veces las cosas. Como carecer de tabaco en un momento dado, por ejemplo. Qué rabia, de verdad, da ver los hospitales, semáforos, calles, ancianas, hogares regulares, pasos de cebra, farmacias y cosas que existen entre y por y para y no dejan de existir los muy capullos integrándose en una diferencia-distancia que no se sabe si diferencia pero desde luego sí distancia. Yo, ante eso y ante todo, toco la guitarra. Que me vengan luego diciendo que si soy una cigarra o que si los hormigones se ganaron el pan mientras yo tocaba. Que vengan y me lo cuenten al puente en el que vivo en potencia, pendiente de actualización económica. Que no me jodan y que me quiten lo que no bailé, si pueden, si les es posible. Que nadie me cuente nada.
Siempre es mejor el silencio. Nunca es mejor el silencio. ¿Es mejor una sola noticia que el silencio? No lo sé, desde luego. ¿Es mejor no saber nada que saber 17 líneas? No tengo porqué enmendarme en ello, menesteroso. ¿Es mejor tarde que pronto que nunca que de cuando en cuando o el sexo y el tabaco y la guitarra y unas bragas en la mano? No tengo ni puñetera idea. Me pregunto si duele y no lo sé.
El agujero o el nudo en la boca del estómago siempre está, en cualquier caso.
Ostias. Parias de la tierra, decía el galego el otro día.