Dormida. Estás dormida y no me atrevo a despertarte. Y no lo hago por muchos motivos, aunque ninguno de ellos tiene sentido. Por un lado me gustaría que siguieras así (pero un poco también quiero que despiertes), por otro no quiero que descubras donde estamos. Tampoco quiero que estés donde estamos, si puedo evitarlo.
Menuda estupidez.
Y ayer, con todo el lío, no me atreví a decirte que todo estaba bien. Me lo preguntaste directamente. Me miraste a los ojos y me dijiste «eh, ¿va todo bien?», y para qué complicarse. Para qué hacerse ideas equivocadas sobre desilusiones complicadas. Para que seguir oteando el horizonte cuando no hay. Sigo diciendo un montón de tonterías sobre todo lo que sucede. No puedo hacer mucho más.
Dejamos los ciclomotores en el aparcamiento, no estarán allí cuando volvamos. Lo sabíamos y nos daba igual. Al fin y al cabo, para cuando regresemos serán otras cosas las que nos importen. Si hay alguien que se oponga que los coja. Que rompa los candados, que los robe. Tarde o temprano lo harán unos u otros. Yo soy un regalo para ti, tú eres un regalo para mí. Pues eso.
Hace tiempo que no.
He encendido una vela. Está prohibido, y con razón. Consume oxígeno. Pero me parecía bien hacerlo. Pensé que era lo correcto. Miro la llama titilar y me siento bien. Odio estar haciendo esto. Odio estar aquí, odio no ser capaz de hacer lo mismo en cualquier otra parte. Odio necesitar esto. Odio necesitarlo tanto que no puedo imaginarme lo mismo en otra situación. Y, por si fuera poco, odio odiar esto.
Es una opción, joder.
Lo demás es basura.
El orbital está justo delante. Desde el amplio ventanal de la derecha se puede ver perfectamente. Tendría que sentirme pleno, pero no lo hago. Vete tú a saber por qué. La vida es injusta, y eso la hace poética. Si no fuera tan difícil la poesía estaría en otra parte. Eso tengo que recordarlo para más adelante. Al final no hubo regalos, ni nada, nadie tenía nada que darnos que pudiéramos llevar. Al final no hubo nada. Vaya, el camino está despejado. Es tiempo para que los que pueden hacer hagan. Eso llena cualquier conciencia. Eso las llena completamente. Era más fácil antes.
Cuando no éramos nada, ni teníamos que ganarnos la vida de ningún modo. Pero todo se acaba, y al final no pude seguir amándote sin más. Sólo eso, amándote. No es suficiente. Es una mierda. Todo el mundo se ama, no es nada especial. No es nada que te haga diferente. Uno tiene que amarse en privado, mientras hace otras cosas. Mientras lo demás está cubierto.
Amarse no es suficiente.
Vivíamos en los parques. Quedábamos, nos dábamos algunos besos. Nos frotábamos un poco. Reíamos hablando de cosas. ¿Dé qué? Ya no puedo saberlo, ahora estamos aquí. Lo único importante éramos tú y yo, el tiempo que vivíamos juntos. Eso ya no importa demasiado, hay otras cosas por delante. Me sigo preguntando por qué eso no era bastante. Por qué no era suficiente.
Maduramos, y ya no podíamos seguir como hasta entonces. Bien. Es un paso natural. No hay mucho más que pensar. Ahora hay otras cosas en juego.
No había demasiadas opciones ahí abajo, así que nos fuimos arriba. Sobreviviríamos o no, pero ya no estaríamos donde antes, con mi cabeza entre tus piernas mientras me acariciabas el pelo y nos preguntábamos qué haríamos cuando todo empezase. Todo pura promesa.
No, no quiero que despiertes. Ahora estamos aquí. Nos asignarán turnos, haremos cosas. Nos reuniremos al final del día para darnos besos, compraremos comida. Cosas. Seremos lo que tenemos que ser. Y todo habrá cambiado y ya no seremos nada de aquello.
Ahora no podremos estar juntos sin más, será una tarea residual para el final del día.
No. No quiero que despiertes. No quiero que estés aquí. Cuando lo hagas será de una vez y para siempre. Me hago la estúpida idea de que, mientras no lo hagas, una parte de nosotros seguirá ahí abajo. Bien, mal, independiente, indiferente, me da igual. Teníamos algo. Sería mucho o poco o no sería nada, pero era algo nuestro.
En el fondo es bonito, supongo. Nos encontraremos en el cubículo y nos contaremos lo que hemos hecho a lo largo del día y. Y.
El tipo de al lado tiene un ataque de tos. Alguien de la tripulación le trae un caramelo. El tipo lo chupa mientras tose y todo queda bastante ridículo. Un par de críos han vomitado sobre el pasillo y el olor ácido se extiende por todas partes. Sujeta el caramelo entre los dientes mientras tose.
Intento aferrar el momento con fuerza. Tanto que se detenga, que no avance, que todo esto se convierta en un momento fotografiado en mi cabeza del que no se pueda salir. Una caja cerrada perfecta. Pero de todo se sale, todo termina en el momento siguiente. Te estás despertando, así que te acaricio la cabeza y te susurro «ssh, está bien, duerme», y me aseguro de que sigas dormida.
Es imposible. Es realmente imposible, da igual lo que haga. Miro hacia la ventana y me digo que quizá sea mejor, pero no tengo argumentos. No los tengo. Me gustaría dormirme, como tú. Pero entonces no quedaría nadie para vivir esto, para que todo lleve su tiempo justo. Para… bueno, para que todo sea más que un despertar repentino en medio de una nueva vida. Para contenerlo un poco.
Yo soy testigo.
La nueva vida. Soy como un guardián impotente que vigila lo que no puede dejar de pasar. Cuando no puedo evitarlo más te despierto, y somnolienta me das un beso que sabe a victoria, a estar vivo. Sabe a vida. Me obligo a vivir eso.
Te abrazo y nos preparamos para tomar tierra, me sonríes. Yo te devuelvo la sonrisa.