Hizo falta que cuarenta minutos pasaran caminando, hizo falta un poco de lambrusco, un bastante de cortázar, un corte de pelo arriesgado y confuso, lento y rápido al mismo tiempo, una ducha, algunos muchos cigarros y ella fitzgerald cantando para que uno alcanzara un sueño pequeño, nervioso, titubeante, entrecortado, cansado. Hizo falta y el ambiente era de lo más propicio, con las velas y los altavoces en un volumen sosegado, con la mantita que cubre aunque no haga frío, cosas que no incluyo en mis prescindencias porque tienen su lugar en mi mundo. Hizo falta no saber que no hay dinero y olvidar la contra-reloj, hizo falta no querer mirar en ambas direcciones para fajarse tan sólo en una. La ausencia es como un bote de colonia vacío, aún huele, pero no hay forma de echarse nada por encima para dejar de oler a uno mismo. Hizo falta pensar en noviembre, matizar más aún y pensar en hoy, buscar la camiseta favorita, los pantalones favoritos, los calzoncillos y los calcetines favoritos, la postura preferida para leer, las almohadas justas y necesarias.
Así en la ducha cantaba ella fitzgerald confundiéndose con el ruído del agua, y el olor del bote vacío de la ausencia se mezclaba con el del gel lactovit y el champú para niños, una vida para niños, una vida mecánica de adulto confundida con un juego abisal de crío. Y pasaron algunas horas con un buen libro, un lambrusco en vaso ancho y alto, de sidra, algunos muchísimos cigarros y yo con las piernas cruzadas tumbado en el sofa, en una postura bien imposible, acompañado de cortázar y sus juegos de prestidigitador lúcido y oscuro, casí críptico porque la vida es más o menos así, de ese modo, y o se cuenta así o no estamos contando nada de nada, sólo jugueteando. Y es curioso que una novela que parece tanto un juego sea tan eminentemente seria, y que las novelas que parecen tan serias no sean más que un burdo juego o una lejana aproximación, o una reducción tan simple de un sistema abierto en el que tantas variables tienen voz, voto y veto. Y es curioso a más no poder que haya un repeat para obligar a ella a no parar, como si fuera la cisterna del váter, llenándose una y otra vez por más que tires. Y es curioso que yo me sintiera tan agusto en medio de un juego tan serio, que me sintiera plenipotenciario en los dominios restringidos del tablero que coloco con las fichas en su sitio. Es curioso que aún sirvan todas las cosas que no se han ido convirtiendo en prescindencias, o que no he ido convirtiendo en, o que no nada, como un megaterio melífluo con sus cien mil toneladas de sutilezas.