Teóricamente no lo he terminado este año, porque se me olvidó actualizar el conteo de palabras más de una vez. Las estadísticas están aquí.
En todos los años que llevo haciendo el nanowrimo he escrito 423628 palabras. Asusta. Sobre todo si las lees, xD.
He escrito muchas más de cincuenta mil palabras este año, y la sensación final que me ha dejado ha sido muy positiva. Cada vez me es más sencillo conseguir extensión, contar una historia de un modo menos esquemático, con más matices y dimensiones. Sin meter relleno aburrido. Las historias profundizan y son cada vez más complejas y, cada vez más, es más probable que no sepa contar algo que tengo en mente por no saber por dónde empezar que quedarme sin ideas y no poder seguir.
Profundiza la historia de lo que sucede, pero, a la hora de contarla, ¿desde la perspectiva de quién la cuento en cada caso?, ¿con qué tono?, ¿en qué orden de acontecimientos? Ese tipo de cuestiones son las que me resultan más complicadas y me llevan más tiempo y más reescrituras. Y más y más palabras. Es un puzzle que no se montar muy bien pero que me divierte. Y me frustra. Me frustra de un modo horrible. Me deprime a ratos. Pero luego se me ocurre algo y me pongo frente al ordenador y, por un buen tiempo, hace que me olvide de mí mismo.
Si realmente hubiera hecho caso del espíritu del nanowrimo y no hubiera revisado, habría llegado sin dificultad a las 150k palabras. O yo qué sé hasta dónde. El número puede ser importante cuando te cuesta elaborar la historia, pero con sesiones de 10k palabras por tarde y treinta días por delante… pues eso, cuestión de multiplicar. El número de palabras no importa tanto como ser capaz de contar algo que te divierte y que te parece de valor.
Cada vez noto menos las herramientas que utilizo, su uso se hace más y más fluído. Markdown es el formato que me resulta más intuitivo, me gusta escribir en texto plano, dejar el diseño para más adelante y no preocuparme por él mientras realmente no importa. Atom sigue siendo mi editor favorito, hasta tal punto que este año no he utilizado ningún otro. Git me parece fenomenal para llevar un control de versiones que me permite cortar y empezar de cero sin ninguna preocupación de perder nada de lo ya escrito (y ese es parte, si no todo, del problema de no llevar un conteo preciso, me da pereza sumar desde las distintas versiones que se solapan unas con otras, no porque sea complicado sino porque tampoco es que me importe demasiado ese número en concreto y eso hace poco apetecible la tarea). Pandoc, para montarme en segundos un .mobi que meter en el kindle para hacer una lectura sin posibilidades de edición y generar la sensación de estar leyendo más un libro que unos escritos sueltos, es sencillamente genial.
Me falta una herramienta para construir una imagen global de la historia en sí, para dibujarla y echarle un vistazo en segundos. Me cuesta más mantener en la cabeza una perspectiva general de lo que va a suceder que sumergirme en los detalles de una escena en concreto. He probado con el tablero de corcho, con pintar las ventanas del salón con rotuladores de pizarra, pero creo no sé hacer bien todavía ese tipo de esquemas. Al menos no de un modo que me sea realmente útil.
Hay dos cosas, y son bastante definitivas si lo pienso un poquito, que me quitan el buen sabor de boca. Lo primero es que no disfruto del proceso del mismo modo que disfrutaba escribir poemas o componer canciones. No es tan divertido, ni de lejos. Lo segundo es que, al igual que al escuchar ahora las canciones viejas casi todas me gustan, aunque les vea fallos, y más o menos la mitad de los poemas me parecen al menos interesantes, normalmente casi toda la prosa que escribo me parece horrible. Eso ha sido así desde siempre, pocas de mis novelas me gustan.
Y ambas cosas creo que están relacionadas, claro. Y es un horror. Porque si no me gusta una canción no pasa nada, la compuse seguramente en un cuarto de hora. Si no me gusta un poema más de lo mismo. Pero si no me gusta una novela que me ha llevado meses escribir… pues no parece una ecuación positiva en absoluto.
He llegado a plantearme, cómo no después de todo esto, que escribir narrativa no es lo mío. Pero el caso es que, en el fondo, me gusta tanto el estar haciéndolo y me gustaría tanto más hacerlo bien que… supongo que seguiré intentándolo. Quizá algún día escribiré algo que me guste, y ese día, ese día…
El proceso no me gusta ni lo disfruto, el resultado tampoco, pero estar haciéndolo mientras lo hago es… grandioso.
La escritura, en mi cabeza, es un trasunto que está relacionado de algún modo con eso que haces que te trasciende, a ti, a tu cuerpecito fofo y tu existencia precaria y limitada. Algo que te hace más grande que nada de lo que puedas hacer en tu vida. Con eso por delante es muy complicado dejarlo.
Tiene tanto valor para mí que incluso fracasar una y otra vez tiene algo de logro. Y ese algo es pequeño pero brutal.
Paciencia, supongo.