El problema es quedarte vacío, de repente. De repente todo vuelve a perder el sentido, así que lo buscas entre los platos y los vasos sucios, en el baño con el ajaxpino, barriendo el salón y el dormitorio, pasando la fregona con un producto especial para parquet. Por convicción que no quede, ostias.
Es complicado olvidar cosas que no se olvidan. Es imposible. Es vivir con ellas lo que se hace, lo que se pretende. Y, a veces, salen a la superficie. Flotan. Nadan perfectamente. Uno tiene sus mecanismos, y se van haciendo cada vez más sofisticados, cada vez más complicados, para volver a meter su cabeza bajo el agua y enterrar su cuerpo en las profundidades abisales de la mente, donde existen de tal modo que es exactamente igual que si no lo hicieran.
Hubiera venido bien un aperitivo hoy, por ejemplo. Hubiera venido estupendamente.
No es algo triste en exceso, de verdad que no lo es. Supongo que reafirma la pureza del sentimiento (vete a la mierda, tío, lo único que refuerza es su carácter quijotesco). Supongo que lustra los días (¿dices?).
El caso es que ya es más que normal. Echo de menos, canta Kiko Veneno en el reproductor.