Me gustaría decir algo importante, o algo serío, pero el tiempo se me escapa entre los dedos… Demasiado apego a la novela, de nuevo. Las letras de over. Ensayar las canciones de cantautor. El último libro de poemas se me revela, y empieza a decir cosas que me hacen toser, atragantarme, seducir al súcubo de la musa con zalamerías para que calle, para que no hable…
Y me he bajado a por unas cervezas y papel higiénico, corriendo, y no ha sucedido nada. Y ayer me acosté a las nueve de la mañana, componiendo bastante, intentando escribir letras, leyendo primero lo que llevo de la novela y después acabando la de Pérez-Reverte, después a golpes con el libro de poemas, y empiezo a pensar que es quizá demasiado, que me estoy exprimiendo demasiado para intentar decir lo que no acabo nunca de decir, dando vueltas y vueltas como un buitre sobre el cadáver. Estoy cansado. Pero al mismo tiempo me siento bien, entero, lúcido.
Y ahora a correr al curro, en el que tampoco puedo relajarme. Al máximo. Siento que he apretado el acelerador y que estoy temiendo la roca que me va a frenar. La roca que no voy a ver. Contra la que me voy a estrellar.