Sitiado, en plan ermitaño. Metido en mi guarida. No me gustan las cajas de los supermercados, cuando te toca te obligan a correr. Te sientes como un idiota metiéndolo todo rápido en las bolsas, como si te fueran a denunciar por no ser lo suficientemente veloz. Ah, tienes un día de piel rara, y por más que le pegas no consigues despegar la bolsa. A las mazmorras del supermercado. La gente en la cola se impacienta. Se escuchan susurros, «vaya, un incompetente completo».
Claro, que eso nunca me pasa, porque soy idiota, y me da vergüenza. Metiendo las cosas en bolsas son un as, una especie de superhéroe de las cajas del supermercado. Es una responsabilidad para con mis convecinos.
Me gustan las tardes que se van sin saber muy bien dónde.