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menús

Ayer pedí un menú para dos para llevar, por teléfono, a un restaurante chino. Intenté explicarle al del otro lado que quería un menú para uno solo, pero no hubo manera. Me pareció gracioso, así que me eché a reír después de colgar. Luego no me pareció tan gracioso. Luego me lo pareció más aún. Luego no. Luego sí. Luego me entraron ganas de ponerme triste, pero enseguida cambié de opinión. Luego me puse triste, pero enseguida llegó la comida y me puse a llenar los carrillos. Mejor, dos rollitos en vez de uno. Debe ser que me gustan los rollitos de primavera. Entonces pues no se hable más, esperemos a la primavera para los malos tragos. Y para los buenos.

Después no pude dormir, daba vueltas y vueltas en el palomar mientras las horas se hacían eternas y escribía versos con la yema del dedo índice sobre la madera no tratada de la cama. Espero que no dejen huella. Es difícil frotar y sacar los versos escritos con la yema del dedo sobre la madera. Se quedan ahí hasta que el rozamiento y la frotación del transcurso de los días los borra.

Así que comí, como digo, y no estaba mal la comida china. Era un menú para dos, ya digo, y sobró. Sobró mucho. Supongo que en ese tipo de cosas el mundo está mal equipado. Como consecuencia a los segundos les da por derrapar y reventarse contra los quitamiedos de la melancolía, o la añoranza, o qué se yo. Pobrecillos.

Entretanto la araña número uno se mudaba de tela, dándome permiso para eliminar la antigua.

3 comentarios

  1. Si que es una jodienda lo de los menús, no piensan en absoluto en los llaneros solitarios. Tanto en los restaurantes, así como en los super con su ofertas 3×2 o 2×1, o vente 20% más, no nos arregla la vida, al final acaba estropeandose. El no encontrar o no querer encontrar un duo con el compartir además de estas materias físicas otra emocional parece tener la causa en pienso demasiado, que todo tiene caducidad.¿Y porqué?

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