De vuelta, con los hombros más relajados, con la mirada más serena (y esperando que dure, jejeje). No he hecho fotos, supongo que no me apetecía. Ha hecho buen tiempo hasta hoy. En todos los sentidos, puede decirse. Debe, de hecho, decirse de, o predicarse de. Ya se irá andando. Estuve en las fiestas de Oviedo, viendo las cosas suceder. Montamos en bici (malditas rutas, me duele hasta la punta del pelo).
En cuanto a los últimos post, antes de… pues quién sabe, las cosas son como son y fluyen como fluyen, no hay que comerse más la cabeza. Lo que es está, y negarlo no sirve de nada.
Pero he vuelto al hogar, y estaba limpio. Y viene Ortondo a tomar unas cerveciñas, y me he despedido de Jorge en la puerta después de convivir una semana y, bien mirado, todo merece una segunda, una cuarta y hasta una quinta oportunidad. C’est la vie.
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Estar en medio de ninguna parte es un asunto sumamente interesante. Una casa desconocida, un ambiente extraño. Todo puede ser cualquier cosa. Entré por la puerta y me encontré con una casa-museo, que son las que más detesto para vivir. Una casa pulcra hasta el extremo en la que cada cosa tiene su lugar y cada lugar su cosa.
Pero era orden. Era sencillo. Era bonito. Era tranquilizador. Lo fue. Me ayudó volver a mi casa y encontrar un orden semejante (en apariencia, al menos).
Y Llanes es precioso. Está lleno de callejones, de sidra y, sobre todo, de mar. Volví a ver el mar. Esa inmensidad incomprensible e inaprehensible que existe pese a sobrepasarme absolutamente. Uno de los recursos para escapar de uno mismo es enfrentarse con realidades que te desborden. Como el mar. Grande. Te das cuenta de que todo no puede ser tu cabeza. Porque el mar, en ella, no cabe.
El paseo marítimo de Llanes esta hecho de hierba verde. A la izquierda acantilados. Yo paseaba hablando de filosofía con Jorge, como un Sócrates peripatético (fiel a sócrates en la reflexión, y a Aristóteles en los paseos), y estaba justo en medio del lugar donde las cosas suceden. Jorge tiene muchas dudas, y yo más. Las poníamos en común. Hablando de pibas, de filosofía, de literatura, de la vida.
Luego volvíamos al universo patológicamente ordenado de la casa. Yo hice de mi cuarto mi cueva. Un templo al kaos primordial, el apeiron fundamental que es germinativo por necesidad (el orden sólo puede nacer del kaos, que es primero y lugar al que volver).
Hablamos de mi teoría del kombate, del kaos, de la muerte (de morir en cada cosa que). Me dijo que era un atraso, que los receptores sinápticos del dolor se ceban con el dolor hasta pervertir la realidad circundante, reducida a pleno dolor latente y presente. Ahí me derrotó, me dejó sin habla. Luego cogí un libro de autoayuda que encontré en un revistero (el poder está dentro de ti, o algo así, de ¿Lay?). Me adentré en sus páginas con un escepticismo brutal, pero luego no supe qué. Las cosas pasan y estamos en medio.
Sólo me jodió una cosa, para esta mujer la enfermedad es siempre responsabilidad de uno. Uno tiene problemas que encapsula dentro del cuerpo para desarrollar el mal-estar, la responsabilidad es siempre de la falta de habilidad para hacer requiebros con los traumas.
Un ejemplo, al llegar a Llanes se me infectó el pendiente de la oreja, y remitió justo hoy, al volver, ya en el coche. Según eso yo no quería ir a Llanes, o algo así. Vaya usted a saber. Me lo he pasado bien, sin excesos (excepto la noche de Oviedo, pero gueno, en fiestas…) , no creo que no quiera estar allí, pero… buafff.
Las conversaciones son irreproducibles. Mi filosofía, lectívora, y la de Jorge, más vital (aunque porta título, ejem), se enfrentaban y se reducían la una a la otra hasta concluir en verdades más o menos evidentes, pero sólidas. En realidad no importa haber llegado a una conclusión u otra. No importa. El caso es que me es difícil encontrar a alguien con quien filosofar en condiciones, y me ha venido bien una semana entera compartiendo conocimientos con alguién tan cercano en ese sentido.
Y luego nos matábamos con los caminos asturianos. Duros. Bastante duros. Las bicicletas sufrían del mismo modo que las piernas, pero es bueno matarse frente al mar, sobre el mar, con el mar de fondo, justo lindando el acantilado del que te separan diez, quince centímetros… Si inconscientemente me hubiera querido matar, no encontraré jamás una situación tan adecuada para simular un accidente. Así pues: no me quiero matar en absoluto.
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Aprendí mucho sobre las cosas, sobre las situaciones. Aprendí que el mundo no es un pañuelo.
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En el coche me sentí libre, camino a un ninguna parte que no conozco. A la vuelta me sentí igual, regresando a casa. La casa me gustó, porque es mi casa. Ya no es una casa compartida a la que le falta algo. Ya no. Sigo queriendo igual, pero las circunstancias se rebelan y pintan cuadros diferentes cada vez.
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Y lo demás… ya irá saliendo, tiempo al tiempo. Todo va bien.
¡Bienvenido!
Qué decir de tu comentario. Sólo que has llegado lleno de energías, de ganas de seguir y totalmente sereno.
Admiro tu transparencia y me pregunto si serás tan transparente en persona, supongo que si, pero me lo pregunto.
creo que sí… es cuestión de verlo
Sí, en vivo y en directo es más transparente si cabe.
Joer…! Qué vida te cascas macho…Ala, ala…pásalo bien que ya nos veremos.
Respecto a lo de la «transparencia», je, je…si, la verdad es que parece un gusi-luz. Se le puede ver hasta el higadillo.
Un muerdo.
La transparencia se ha notado, sobreo todo porque no se te ha visto coger el movil, y en que hace tiempo que no nos vemos. Tenemos un reto para probar tu forma en las tres Marías. Un abrazu.