Hoy es un día fugitivo, extraño, silencioso. Lo he llenado con música, primero la guitarra y después dejando que toquen otros, enlatados en el reproductor de cd’s para la ocasión. Si ojeáis en la trastienda del múseo sabréis que mañana se cumple una onomástica inquietante.
Estoy intentando convencerme de que lo primordial es ordenar, pero es difícil que lo consiga. Ayer estuve con Nano hasta las tantas, tocando la guitarra, hablando, componiendo a ratos (nada serio, lamentablemente, pero eso viene cuando quiere venir, no antes). El sabadete fue el cumpleaños de Vic, pero no fui. Por motivos obvios. Tenía razones, además. Había quedado con Jorge para tratar el tema de las rutas que vamos a hacer en Asturias. Al final no pudo ser. Había quedado en pasarme por el cumpleaños de Cris. Y me pasé.
Datos, datos. El viernes salí con los cuatro jinetes, aunque nos faltaba marcos. Y aunque, en realidad, somos cinco. Más datos. El jueves me morí un rato al llegar a casa. Estuve muerto un par de horas. Estuve bien jodido. Me extraña, porque yo siempre y en todo he olvidado rápido.
¿Creéis que hay cosas contra las que no se puede hacer nada? Creo que hay un poso de sentimientos no modificables, creo que los sentimientos no se modifican según nuestra voluntad, ajustándose a nuestros propios fines. Es lo único en lo que creo, realmente.
Creo que hay conexiones en el olor (y no me importa que sean reactivos químicos, no me importa una mierda que sean substancias, catalizadores, endorfinas, el juego bioquímico del amor), creo que hay conexiones terribles en el olor. Nunca recuerdo su olor. Excepto cuando me deprimo. Entonces se hace patente, el muy cabrón, y me inunda la pituitaria de recuerdos. Me inunda la cabeza de ruegos y preguntas, me obliga a hacer fé de erratas. Creo, efectivamente, que los sentimientos son y lo son para siempre. Creo que sólo se diluyen, que es lo más que se puede hacer en un momento dado. Creo que no se puede hacer más, y que esto mismo ya es, de por sí, bastante complicado. Creo que sí.
Creo que no se puede pasar toda la vida echando de menos. Eso dentro del campo teórico, por supuesto.
Creo que un olor es mucho más eficaz a la hora de volver a meterte en escena, mucho más que una imagen, un roce, un susurro, y exactamente igual que un sabor. Meterte dentro de la escena, allí dentro. Se puede hablar de allí, con una pequeña precisión terminológica: allí es aquí igualmente.
No sé qué decir.
Mañana me voy a Asturias, con una escala (posiblemente) en Neila.