Mientras la cara subía y bajaba
y se perdía cualquier intención de ser honesto,
lo que jamás fue nunca se diluía en
horas, sombras, penumbras.
«¿Tanto?»
«Ni te lo imaginas.»
El desastre del cuerpo roto,
de tanta cosa sola rota,
de tanta lluvia ñoña y boba,
de tanto pretender que se hace
lo que torpemente se muestra,
el desastre -digo, dije-
era pretender que aquellas sábanas vistieran
igual que vestían.
«Pero, ¿cómo?»
«Del mismo modo.»
Y la lluvía (boba) que no vestía iba
empapando de nadas la vida (rota),
ahora y entonces y siempre desde ahora (entonces).
«¿No?»
«Nunca.»