Yo estaba sentado a la izquierda, tomando una Guiness. Ellos dos discutían, ella estaba sonoramente embarazada. Parecía que la noche se había vuelto grotesca y no había nada mejor que hacer que partirse por la mitad unos contra otros.
Miguelón me miraba, yo miraba a Miguelón. Ambos libábamos Guiness, apoyados en el respaldo del butacón, como si no oyéramos nada.
Algunos necesitan tarimas para discutir.