Tipos sentados y tipos depié. Tipos por todas partes. Gente. Al final siempre es lo mismo, TIPOS haciendo cosas por todas partes. Tipas también, usualmente en parejas unos con otras, pero no tiene por qué. Coges un número en la carnicería de lo vivo y lo real y te zambulles en el espectáculo de esperar tu turno. Te toca pagar el seguro del coche. Te toca comprar jamón. Te toca pillar unas cervezas. Te toca conducir. Te toca seguir sudando en la bici. Te toca relacionarte. Eh, es tu turno. Te está tocando ahora.
Dormir pegado al suelo, no dejar ni que el edredón se meta en medio. Un ridículo contacto con el suelo cuando el suelo es el de un tercer piso. NO, amigo mío, no es tierra. Las incongruencias incoherentes de intentar mantenerse vivo uno a uno mismo, de pie sobre tus talones sin muletas ni bastones. Consciente —es un decir—. Tipos, tipos por todas partes haciendo sencillo lo que no tiene sentido, complicado lo que no lo es en absoluto. Tipas y tipos entrando y saliendo y sonriendo mientras charlan en los pasillos, y uno deduce que el despertar es el momento en el que todo se vuelve lúcido y en el que dejará de percibir todo tan confuso.
Dormir pegado al suelo con la sensación de que tampoco está sirviendo realmente de nada, que no está añadiendo ningún puñado de comprensión al asunto. Pegado al suelo, con el ventilador dándolo todo y la puerta del baño abierta. Jurando bajito, respirando lento, intentando cerrar los ojos un tiempo prolongado, el suficiente para dormir algo antes de que todo vuelva a entonar su canto. Y con ello pues eso, el turno, lo sencillo, lo complicado, lo confuso.