Perdido
en el marasmo
de los días
me pregunto
dónde
puedo
saltarme el segundo.
Es lo que tiene devenir en tiempos calmados, todo se regulariza, se hace rutina. Todo es leve, se mece al ritmo de las horas, todo sucede tranquilo, sin pausa, resbalando lánguidamente por el vivir y el estar vivo. Cosas que pasan, cosas pasando y tú en medio, cosas de aquí para alla tan lentas que puedes ver cómo salen y entran, como suben y bajan.
Termino
por concretarme en mí mismo
y decidir que
quiero agua,
baños eternos con sal leyendo algo líquido,
quiero cerveza
frente al monitor conquistando el universo,
quiero jadear
del esfuerzo en caminos de piedras, cebada y polvo.
No estoy en absoluto seguro de que eso sea todo lo que quiero,
pero sí de que eso lo quiero.
«Marasmo» es una palabra pedante, estirada
levantando el mentón al aire.
Lento. Todo lento. Todo lánguido. Todo ralentizado, casi detenido, semi estancado.
Todo raro, rarificado, extraño.
No sé si importa,
pero es algo.