Vivimos en estado de trance. Acojonados porque en cualquier momento nos puede dar un chungo aceptamos cualquier mierda como verdad. Marcas que nos hacen mejores que los demás, alimentos procesados que nos harán estar sanos, ideologías, pantanos.
Y mientras tanto todo es un timo para acrecentar la colección de papelitos de colores y anotaciones contables, nos venden motos que compramos acojonados para comprar más empresas y hacerse con más y más papelitos. Más y más anotaciones contables.
Más y más máscaras, perfumes, afeites. La realidad es fría y con aristas y nadie quiere mantener más contacto del necesario con ella. Que nos cuenten lo grande o pequeños o evolucionados o atrasados, pero que nos lo cuenten en películas, series y novelas que nos evaden mientras amortiguan la caída. En estado de trance, dentro y fuera, dentro pero desde una vitrina.
Despacio, abajo, sin prisa.