Un café es una rosa, una rosa es un
cigarro que se descapulla. Una
pierna parece ser lo que me transporta,
y lo que me lleva parece ser la otra.
Parece que, según dicen, una
persona es esta cosa que los demás
se empeñan en llamar tú,
es decir, ‘yo’ si lo digo yo, o ‘tú’
si lo dices y me lo dices a mí,
o ‘él’ si me hablas y no estoy, o
estoy y hablas con otro de mí,
o algo así. Es algo confuso y
tengo que recogerme -tengo un
perro lazarillo- para no perder mis
pedazos, lagrimales, brazos, para
que cuando me llamen -¡tú, eh, tú!-
esté entero y no dé miedo.
Así yo (¿yo?, ¿tú?, ¿él?, ¿Miguel?)
responde a tu (¿de quién?)
llamada y dice: sí, soy yo (¿tú?…).
Lo entenderás fácilmente, es cuestión
de centrarse.
Y así verás que un café es un café, una
rosa es una rosa, un cigarro que se
descapulla es un cigarro que se descapulla
(si y sólo si es un cigarro y efectivamente
se descapulla), y esta pierna de hecho me
transporta, siempre ayudada de la otra.
Y un ‘tú y yo’ no es una vida,
me confundí con un maldito
mantel para dos.
1997. Cercos Vacíos.
Libro tercero: Conejo Azul.