El dinero. Puro trance colectivo.
El trabajo, puro trance colectivo.
Nike, pues eso, puro trance. A ver cómo unas zapatillas pueden llevarte a lo más alto si tú no vas a ninguna parte.
Tengo tierra bajo las uñas, de mis coliflores.
Lo demás es puro trance.
VALOR AÑADIDO, lo llaman.
Valor añadido. El valor añadido es trance, hipnótico, de marcas bailándote.
Mi madre me regaló unos vasos, planos, perfectos para su uso, sin marca.
No tienen valor añadido, los pobrecicos, son sólo vasos. Creo que no me van a transportar a ninguna realidad alternativa en la que yo vuelo, ni van a hacer que mis vecinos suspiren.
Estamos bailando a su son, ¿no lo veis? Lo veis. Estoy seguro.
Nos dicen que hay cosas importantes, pero no pueden mostrarlo porque todo es valor añadido.
Y bailamos.
La cola-cola, la chispa de la vida, una mierda llena de azúcar. Pero es algo.
Está en los cumpleaños, en todas partes, puro trance.
Nos hace sentir bien, hipnotizados.
Nos engañan, y nos dejamos.
Permitimos que nos digan qué es lo que importa.
Objetos sencillos, de valor completo: bebo agua en ellos.
Las marcas privadas invaden lo público y lo vician todo en sus ganas de ser cuando no son. Lo que es es, lo que no pretende serlo.