Estaba pasando por ciertas cosas que no quería pasar. Un reencuentro con un colega que hace tiempo no veo, un paseo cuando no quiero pasear. «¿Un cigarro?». Fuma marlboro, cosas que ocurren con la edad. No tiene pelo. Nunca lo tuvo. Me hace preguntas y yo no quiero dar respuestas, pero soy moderadamente educado y lo hago. Las doy, las tiendo. A veces las lanzo. Después, solo en mi cabeza y en el paseo que no quiero dar, son esas mismas respuestas las que me propinan punzadas en la pleura.
No me las creo ni yo mismo. Soy educado, pero no sincero.
Tampoco él las creyó. Me conoció demasiado, durante demasiado tiempo.
Por eso quizá no querría haberlo visto.
Es fácil mentir a quien no te conoce en absoluto. Con quien te conoce mucho sólo puedes tener sucedáneos de mentiras, en el que las falsedades se quedan cortas para cubrir y tapar las verdades.
Las verdades son más largas.
Hay ciertas preguntas, que a veces, sólo se pueden responder con mentiras.
Yo casi siempre ando huyendo a los reencuentros y es más que nada por las preguntas indiscretas, no soy del tipo de personas que anda contando sus cosas y menos para que mi vida sea puesta en una balanza como contrapeso de la vida de otros. Y sí, terminamos diciendo mentiras, ya sea porque las verdades son o muy largas o muy amargas.
hay preguntas que sólo se hacen por una estúpida sensación de lo que es debido