Nada queda intacto. No les queda ni la voz ni el cuerpo que tenían.
Sólo permanece el espíritu inmutable
que llora el sortilegio monstruoso que padece.
¡Oh mano de Circe por demás débil!
¡Oh hierbas mentirosas
que, si bien transforman el cuerpo,
no pueden transformar el corazón!
Boecio. La consolación de la filosofía.