Tomo mis cosas y no me pierdo otro lugar
y comienzo a sonar en la doble pletina de
la vida saliente y
tomo una cerveza,
que me amarga acíbar canto de espuma y
pido la siguiente,
que ya es perfecta porque es la segunda
y la última aún se pierde en la
lejanía del futuro remoto. Y es que
la cuestión del dinero me absorbe porque
es el único freno capaz de
hacerme abandonar el proceso,
largo y complicado,
de reventar lo justo y necesario
para continuar viviendo
estrictamente a la izquierda de todos
los caminos torcidos que frecuentamos.
Así que no voy mal y la tercera en mi
garganta me recuerda que no para
todos se hicieron las aceras malditas
que dan vueltas siempre sobre la misma
tontería. Las mismas aceras
malditas
que nos permiten tomar cianuro
y tener las
malditas
cosas tan necesarias para nada que son cosas
malditas
las que no me acogen y ponen freno a mí
maldita
búsqueda inútil que está condenada
al fracaso por su misma condición
maldita
de
maldita
intención de no ser gilipollas y/o marioneta.
La cuarta ya no es tan escatológica